La piel es nuestra barrera que nos protege del medio externo y a su vez nos relaciona con él. La superficie cutánea tiene contacto con gran cantidad de sustancias externas, sobre todo en las zonas no cubiertas por el vestido.

Las características de la piel y de la microflora que se asienta allí, cambian según las áreas del cuerpo, siendo la piel de la cara la más oleosa y la piel distal (antebrazos y piernas) la más seca.
La epidermis, capa más superficial de la piel, tiene un recambio continuo de células que hace que renovemos la piel de forma continua. Se demora 28 días aproximadamente en hacer el tránsito desde la capa basal profunda, hasta descamarse. Este proceso hace que naturalmente tengamos una “piel nueva” cada mes. Por esto las exfoliaciones con materiales abrasivos no son recomendables (estropajos, esponjas u otro tipo de fibras).

Respecto al Jabón, es un producto usado hace milenios para la limpieza, ya que disuelve la grasa y le permite ser barrida por el agua. Como decíamos la piel de la cara es la más oleosa porque tiene mayor cantidad y actividad de las glándulas sebáceas, es la zona más expuesta a los contaminantes ambientales como polvo y smog y donde aplicamos muchos productos cosméticos como protectores solares, hidratantes y maquillaje que generan una película y dejan residuos sobre la piel.
El agua y el jabón siguen siendo la mejor forma de limpiar la cara, y NO tienen ningún efecto en empeorar o producir envejecimiento o arrugas. Sin embargo, hay que aclarar que hay que elegir un buen producto de limpieza adecuado para nuestra calidad de piel.
Hoy en día contamos con gran variedad de productos limpiadores, no solamente jabones suaves o neutros, sino sustitutos sintéticos del jabón, que permite que tengamos alternativas para poder limpiar la cara adecuadamente.

Dra. Ángela Seidel
Médica Dermatóloga.

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